El pan de cada día

En la mañana toqué la puerta del cuarto de mi papá para preguntarle por el trabajo, y por una cosa mensa, discutimos y hasta le dije que no me ofreciera nunca un trabajo. Cuatro mil pesos se esfumaron de mi bolsillo porque tuvo un mal modo de decirme: “Te recomiendo que leas con una buena luz.” En vez de eso dijo: “Abre las cortinas de tu cuarto y trabaja con la luz del sol.”

“Bueno, eso es tu consejo pero ahora sí que son mis cosas y yo veo cómo me organizo para trabajar,” comenté.

“Sí me incumbe, porque si no tienes suficiente luz, puedes leer mal. La vez pasada tuviste varios errores,” dijo, alterado.

“La vez pasada no hice el trabajo en mi cuarto, sino allá abajo, así que mis errores no dependieron de si tenía suficiente luz.”

“Mira, sí me incumbe, porque yo soy el jefe, y tengo que asegurarme de entregar un trabajo que esté bien.”

“Pues sí, eres el jefe pero no por eso puedes tener el control de cómo me siento, cómo me pongo a leer, o si tengo que abrir o no las cortinas.” 

“Por eso todos te tienen miedo. Porque siempre eres hostil con todos y te pones así por cualquier cosa.”

Una buena discusión, que terminó muy mal. Él cerró su cuarto, yo me metí a bañar, y después le pedí que sí me diera el trabajo. Porque sí me interesan los cuatro mil pesos. Eso es más prioritario que un malentendido.

Por la noche fui al Starbucks. Me llevé mi libro de categorías y frente a mí hubo una chica, de lentes, cabello lacio y chaqueta azul, que llevaba su computadora y hablaba de Salinger, y otros autores, con su mamá Tania Fabela, y con su hermana tal vez, quien leía. Habló esta chica mucho, siempre medio fresa y con una especie de invasión hacia la gente de los alrededores. O es que así me sentí yo, solita, intentando leer y entendiendo que no tenía más remedio que escucharla. De repente me puse a estudiar en voz baja, y poco después de que observé a su “hermana”, empezó a moverse extraño, a mirarme de repente, cuando yo apenas me atrevía a quitar la vista de mi libro. Y en general, cuando yo hacía esto, volteaba a mi lado derecho, hacia el interior de la librería, pero luego pensé que eso volvía aún más obvio que yo estaba escuchándola a ella, así que por lo menos tenía que voltear a verla de vez en cuando. Y en esas ocasiones es que a veces ella me veía, con una expresión un poco juiciosa, tal vez burlona.

Ya me había pasado en esa misma cafetería y estando yo en esa misma mesa, que una señora se sentó con su niño en una mesa contigua, a hablar mucho, y todo lo que ella decía parecía una especie de burla hacia mi persona. Claro que esta chica era más intelectual, y dijo que los negros hacen el amor muy rico. Luego llego Demian, yo creo que era su amigo.

“¡Hola Demian! ¿Cómo estás Demian?”

¿Cómo no recordaría su nombre? Y me puse a estudiar en voz baja.

“Ejercicio 1: Muestre que si hay una función g para la cual $$h = g\circ f\text{,}$$ entonces, $$\forall a_1\text{,}a_2, \enspace \text{puntos } \textbf{1} \longrightarrow A \text{ en el dominio  } A \text{ de } f \text{ y de } h \text{, tenemos que  }$$ $$\text{si }fa_1 = fa_2\text{, entonces } ha_1 = ha_2\text{.} $$ (Entonces, si hay un par de puntos tales que se cumpla que $$fa_1 = fa_2 \text{ pero }h_1\neq ha_2\text{, entonces $h$ no está determinado por $f$).”}$$

“Hoy por la tarde traía yo mi déficit de atención. ¿Me vas a invitar a bailar a Juan Ga? ¡Necesito bailar esta rola de Juan Ga!”

Sentí que mis estudios en voz alta fueron motivo de unas ligeras risas, pero no me importó demasiado (a veces yo también seguí el ritmo de la música). Y hubo otros momentos en que eso no lo fue tanto. Como cuando se quedaron calladas las mujeres por unos minutos y me pregunté si eso había sido influencia mía. Luego, Demian empezó a hablar por teléfono y de repente mencionó a unos gays, pero en una forma burlona, que me hizo parecer que él era heterosexual.

“A esta chica le gustan las aventuras de todo tipo y las lesbianas le parecen una ternura,” pensé yo.

“La vida es la vida. Cuando te toca si lo quieres, ve por él. Hashtag Tania Fabela,” dijo ella. 

“Luego dicen que con eso nos controlan”

Se levantaron de la mesa, ya para retirarse.

“Las matemáticas también son muy poéticas,” dijo la chica cuando estaba detenida a mi lado, pero mirando hacia la entrada del café. Y luego, muchas risas. Desaparecieron las Fabela entre sus chistes locales, y también Demian.

Luego vi que en mi vaso con té, estaba escrito mi nombre, y este apuntaba hacia la mesa de enfrente, donde ella recién había estado.

Ayer pude haberme quedado despierta toda la noche, intentando organizar unos versos de una canción, pero me dio mucha flojera.

Hay una rola de james, muy alegre, que va así:

Everybody wants to be happy

Everybody wants more money

Everybody wants more loving

Everybody wants the same things

I came across the border

Through the east and the west divide

The land between the trenches

Was patrolled by the deaf and the blind

The blind were shouting, Listen!

While the deaf said, Can’t you see?

Somewhere deep in no man’s land

Some man has lost a key

I open up into this mystery

I have seen

I have seen

I have seen

There’s centuries of fighting

So I brought myself a gun

The salesman called it freedom

So my enemy bought a bigger one

I’m saving up for a missile

That will shoot him up with love

Now his finger’s on my button

And my hand is in his glove

I opened up into this mystery

Every key can lock you up or set you free

I believe that there is magic

In this mystery

I have seen

I have seen

I have seen

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2 replies on “ El pan de cada día ”
  1. Hola. Leí todos los escritos del rubro Relatos. También vi el video de los propósitos de año. Este escrito de El pan de cada día me conmovió. Me parece revelador, sin dar explicaciones. Hoy nos encontramos en el café 🙂

    1. ¡Hola Leonel! Apenas vi tu mensaje y casi lo borro. Los pocos comentarios que recibo se mezclan con cientos de SPAM que atascan la bandeja de entrada aunque tenga plugins anti-spam. Muchas gracias por darte una vuelta. Está bien paike esa rola, ¡búscala!

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